El Fogón

El candidato de la continuidad para el cambio…

José Ángel Solorio Martínez

La llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la república en el 2018, fue el inicio del Nuevo presidencialismo mexicano. Quedó anacrónico, el presidencialismo apuntalado por un partido –PRI y PAN–, aviesos poderes fácticos –Televisa, los grandes capitales blancos y blanqueados, los grandes capos y un clan de intelectuales organizadamente orgánicos– y un poder electoral que atavió de legalidad –aún y cuando algunos triunfos de la mayoría de los Presidentes llegaron con dosis muy evidentes de ilegalidad– de los gobiernos de la posrevolución.
La ideología dominante, hizo creer a los ciudadanos y a la mayoría de los grupos sociales que el poder de su presidencialismo era inobjetable, incuestionable desde abajo. La ilegitimidad de buena parte de esos Presidentes, no fue obstáculo para que el Ejecutivo federal en turno, operara con una fortaleza omnipotente, en tanto los grandes capitales no mostraran desacuerdos.
En el 2018, esas formas que generaron el viejo régimen que está en proceso de liquidación –ya veremos si la IV T es capaz de cumplir y profundizar sus objetivos– entraron en un proceso de profunda crisis. No es fortuito que uno de los temas centrales del proyecto lopezobradorista sea desplazar al poder económico, de las decisiones políticas del Estado. (Nada pervirtió más al Estado mexicano, que la mano del poder financiero en los asuntos que debieron haber sido totalmente públicos).
En otras palabras: el lopezobradorismo intenta revertir –lo más sorprendente: con el voto ciudadano como herramienta– el proceso de achicamiento del gobierno nacional por el avance de los factores económicos privados –en los últimos 30 años– que socavaron la rectoría económica del Estado.
El blindaje del presidencialismo lopezobradorista, no es producto de la venia, ni mucho menos la reverencia de los otros Poderes –incluso conjuran en su contra, el Poder judicial y el Legislativo–. La armadura que protege al tabasqueño, es su autoridad moral y su legitimidad pocas veces vista en un Presidente de la posrevolución. (Me atrevo a decir: incluso mayor que la del Presidente Cárdenas que llegó a la Presidencia, cuestionado por un movimiento derechista –el almazanismo–, que tuvo en algunas regiones amplios soportes; la frontera tamaulipeca, fue un ejemplo de ello).
Ese poderío social, electoral, le dan ciertas licencias políticas a López Obrador. La de adelantar su propia sucesión es una de ellas. El anacrónico presidencialismo, veía la emergencia de precandidatos presidenciales, como un fenómeno de debilitamiento de su autoridad; y cómo no: su legitimidad, estaba apuntalada por los poderes fácticos y no por la ciudadanía.
Hoy el presidencialismo ejercido por AMLO, muestra otra tesitura.
Ni siquiera su partido, MORENA, es –como en el pasado le fueron el PRI y el PAN– fuente de legitimación y de soporte.
El nuevo presidencialismo, –como el viejo– tuvieron y tienen, la responsabilidad política de nombrar a su sucesor. Es parte de una función meta-constitucional que el sistema político, en el cual están –o han estado– inmersos, les ha conferido. AMLO, –conocedor pleno de la Historia de México– sabe que la teoría del péndulo que desentrañó Cosío Villegas, fue parte del viejo presidencialismo. Cárdenas, –con toda su sólida y admirable intuición política– cayó en ese garlito y nombró a un sucesor moderado para no asustar a los influyentes factores económicos del país y extranjeros. A la distancia, se percibe esa decisión como un tropiezo: el nuevo Jefe del Estado mexicano, Manuel Ávila Camacho, lejos de profundizar en la política nacionalista y de beneficios sociales para las masas populares, se generó un vuelco que aún hoy sufrimos los mexicanos.
López Obrador, con toda su sapiencia sobre los procesos históricos del sistema político mexicano, sabe que apuntalar a un nuevo Presidente que no garantice la continuidad de la IV T, será un retroceso en muchos de los órdenes de la vida nacional.
Sin duda, una de las cualidades del candidato del lopezobradorismo para el 2024, será el candidato (a) de la continuidad para seguir cambiando…

Publicaciones relacionadas

Mira también
Cerrar